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Correspondencias narra con sutil acento bernhardiano el derrumbamiento progresivo de dos conciencias. Los dos polos de la correspondencia que se reinicia de improviso y tras mucho tiempo de silencio entre dos amigos (y entre terceros conocidos), se establecen entre un mundo cerrado y metodológico (ciencia) y otro sometido a las presiones sociales, políticas o económicas (la vida misma); desde un aislamiento elegido con una finalidad prefijada (relaciones virus-proteínas), hasta un destino más convencional que incluye mujer e hijos y la lucha por la existencia en condiciones precarias. El igualmente progresivo deterioro gramatical y sintáctico de los personajes, ejercitado con habilísima intención, pretende dar cuenta de ese derrumbe que (nos) advierte poco a poco de la ausencia de tierra firme. Hacerse cargo de esta incertidumbre es lo que ellos no podrán evitar.
Hugo Abbati nos propone aquí un interesantísimo juego estructural, a través del cual vemos cómo la vida (la de estos personajes, al menos), vista muy de cerca, pierde su forma y se diluye en esa incertidumbre radical. Ensaya, en fin, con verdadera eficacia tanto artística como emocional, una suerte de parábola sobre la incidencia del progreso tecnológico y científico en nuestro discurrir cotidiano. Todo comienza con la anécdota del gato…
Lo cotidiano extraordinario, ese tiempo que se desliza por los días y sus cambios de luz, es el tema de Luna Walker, el tercer libro de Sharon Smith. Nos lo trae con un humor fino, que parece asentado en la médula de las palabras, y que consigue una transparencia especial para su lenguaje. Humor que transmite en una suerte de conformidad iluminadora de la vida, que no le impide penetrar en zonas oscuras de la memoria y pasar como sin querer por los temas grandes de la literatura: la incomunicación, el amor, la muerte... Y todo con una falta de solemnidad y de pomposidad tan de agradecer y una perspectiva rigurosa y conscientemente femenina, que asume el paso del tiempo, la huella del dolor y las pequeñas y grandes sorpresas cotidianas.
(Rosa Pereda, El País, Babelia)
Este tercer libro de Sharon Smith la confirma como fina y muchas veces mordaz observadora de su entorno, amante de lo pequeño y gran humorista. (Ian Gibson)
Su lenguaje es un instrumento original que no le falla en ningún momento, cuente lo que cuente, ya sea algo de lo más banal, incluso prescindible. (Francisco Nieva)